viernes, 30 de noviembre de 2012

Valencianía frente a los números

Antes de analizar la compra del Banco de Valencia por Caixabank, conviene recordar las declaraciones posteriores a la fusión fría de Bancaja y Caja Madrid. En aquella ocasión, se aseguró que la valencianía de la caja estaba garantizada, así como su autonomía. Ahora, como entonces, se lanzan mensajes optimistas acerca de las opciones de que el Banco de Valencia permanezca como entidad independiente, con marca propia y centro de decisión. ¿Estamos como entonces, o no? Ésa es la clave.
Primera cifra para la reflexión: el volumen de ayudas concedidas a Caixabank para quedarse el Banco de Valencia. En medios financieros se considera descomunal y lo cierto es que no admite comparación: si los 5.249 millones otorgados a Sabadell para quedarse la CAM causaron estupor, al equivaler al 7,3% del volumen de activos de la caja alicantina (en torno a 72.000 millones); si los 23.000 millones solicitados por Bankia escandalizaron, pese a suponer el 7,2% de sus 320.000 millones en activos; ahora Caixabank recibe 4.500 millones para quedarse un Banco Valencia con 22.000 millones en activos, es decir, logra ayudas por el ¡20,45%!
Segundo dato: La experiencia dice que la integración de entidades financieras suele conllevar la pérdida de alrededor del 10% de los clientes de la adquirida. Según eso, acabar con la marca Banco de Valencia supondría pasar de los 400.000 clientes particulares y 50.000 empresas, según estimaciones del mercado, a 360.000 y 45.000 respectivamente. No está nada mal por un euro.
Y tercer dato: La Caixa tiene en la Comunidad unas 450 oficinas y el Banco de Valencia unas 250. Sobran las palabras.
Estamos, pues, ante un desafío enorme. Convencer a Caixabank de que mantenga una estructura que no necesita, incluida una plantilla a la que subir sueldos. La defensa de esa valencianía se ha convertido en un reto político y económico. Hay bazas que jugar, las hay.

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