jueves, 28 de febrero de 2013

El saqueo de Valencia

ENTRAMOS EN la fase más intensa del saqueo de Valencia. Un proceso que tiene rostro humano, el de los centenares de profesionales que han perdido despacho, con fenómenos inéditos como la disponibilidad de oficinas en el Edificio Europa o las dificultades de Pablo Serratosa para completar el aforo del inmueble que compró a Acciona por 24 millones en el Paseo de La Alameda. Por no hablar del desmantelamiento de los servicios centrales que fueron de CAM, Bancaja y Banco de Valencia, epítome del éxodo de materia gris. En Bankia sólo tiene voz y voto su delegado, Antonio Soto, el resto, en un ambiente incierto por el ajuste impuesto desde Bruselas, no se mueve sin la correspondiente indicación de Madrid, ni siquiera brilla como debiera uno de los que se salvó de la quema gracias a su prestigio profesional, el director de Empresas, José María Martínez. En primera fila, los hombres de confianza de Goirigolzarri, en segunda línea, la guardia pretoriana de Caja Madrid. Y si nos atenemos al ámbito político... desde el casi-default del Deutsche Bank, la intervención de facto es un hecho. Pese a que lo ha negado en público, en el mundo empresarial se da por cierto que el nuevo conseller de Hacienda, Juan Carlos Moragues, responde al mandato de Montoro: «El sucesor de Vela, debe ser de los nuestros, uno de Hacienda».
Valencia deslumbró con su Copa América y puso en guardia quizás a grupos de poder. Nuestra debilidad ha sido siempre la aleación de sector público e iniciativa privada, una economía dependiente y tutelada. La aparente falta de riesgo ha sido la guillotina de los incautos. El saqueo alcanzará su momento cenital en el traspaso del Banco de Valencia (es llamativo que el Banco de España ni siquiera informe al Consell de las querellas que sacudirán al mundo empresarial local). Caixabank se lo queda por un euro gracias a la perspicacia de los autores del informe de Oliver Wyman que, como dijimos aquí antes que nadie, convencieron al mundo de que la cartera crediticia de Fainé es de mejor calidad que la de Botín y González, y olé. Aunque hay un desembarco más silencioso, el inmobiliario. Anda por aquí la gente de Amancio Ortega —su Ponte Gadea asesorada por Broseta Abogados—, pero también fondos extranjeros y españoles, dispuestos a quedarse edificios. En enero, hubo al menos seis grandes operaciones, con compradores de Argentina, de Panamá, del Norte de Europa, locales, claro. Valencia representa menos riesgo que Barcelona para muchos. El saqueo. A precio de saldo. Hasta un club de fútbol si lo desean. Sírvanse.

viernes, 22 de febrero de 2013

Asimetría

ES UN ESCÁNDALO. Uno de los mayores de la democracia. A la altura del bloqueo de la A-3 y el AVE, o del modelo de financiación. Si no más. Porque si electrizante es que no te den, tenebroso es que te quiten. Es el escándalo de la reestructuración financiera asimétrica (una medicina para Valencia, otra para el resto) que ha alcanzado la cumbre de la ignominia en la quita de las preferentes, convirtiendo a miles de valencianos en ciudadanos de segunda: sólo un 14% de lo invertido recuperarán los ex clientes de Bancaja, y un 10-15% los de Banco Valencia. Por contra, los ex de Caja Madrid y CatalunyaCaixa tienen garantizado el 50-60% de su dinero y, vía arbitraje, en muchos casos el 100%. Todo un reto político para el Consell de Alberto Fabra, que debe empezar a dar golpes sobre la mesa. Le ayudará en esto en la capital algún lobbista de nuevo cuño, que a este paso haremos bueno al envenenador.
Tres son los agravios en esta reestructuración financiera asimétrica. Uno, el canje de preferentes de Bancaja y el acuerdo para Banco de Valencia adoptado por Frob y Caixabank. Ojo, Isidro Fainé debería tomar nota de los malabarismos que le ha tocado hacer, a quita pasada, al Sabadell para evitar la fuga de clientes. Dos, la toma del consejo de administración por el Frob, cosa que al parecer otros, en idénticas circunstancias, no han consentido. Y tres, la dura investigación mediante forensic (no la ha habido en Madrid ni en Cataluña).
Ahora anuncia Linde que toca Bancaja Habitat. Fantástico. Que investiguen, por supuesto. Cuanto más, mejor. Pero sin excepción. O todos tirios, o todos troyanos. ¿Acaso Deloitte no auditaba a la práctica totalidad del sector financiero? ¿No era Tinsa la tasadora más habitual (el oscuro mundo de las tasaciones... «me sentaba con cinco y cada una me daba un precio diferente», cuenta un alto directivo)?
En fin, conviene ir preparándose. Quién sabe qué palabras utilizará el presidente de Mercadona, Juan Roig, en su próxima presentación de resultados, pero en la cúpula de su compañía se tiene claro que, ay ministro Guindos, este año tampoco.
Anécdota luctuosa: Reunión de la exlusiva Luxury Real Estate, asociación de 1.500 inmobiliarias de lujo, europeas, norteamericanas y chinas, en contacto con cotizados y millonarios inversores. Quién las tuviera a tiro. Pues nadie del Consell acude a cazar. Nadie. Había que estar en Fitur y atender a Rita Barberá tras el triste fallecimiento de su madre. Nadie del Consell. Pero sí José Salinas, del Convention Bureau e íntimo de la alcaldesa. Al césar lo que es del césar.

viernes, 15 de febrero de 2013

El hombre que hizo de sí mismo un lobby

Sucede que algunos líderes empresariales, en el momento de su relevo al frente de sus organizaciones, se resisten, les invade la sensación de que después de ellos sobrevendrá el caos, víctimas de una identificación insalvable entre su destino y el del cargo que abandonan. Arturo Virosque no fue ajeno a esos síntomas y hasta el último momento dejó abierta la posibilidad de presentarse, una vez más, después de 15 años de mandato, a la reelección como presidente de la Cámara de Comercio de Valencia, puesto desde el que ocupó la vicepresidencia del Consejo Superior de Cámaras de Comercio de España, en paralelo a su puesto en la junta directiva de CEOE desde 1981.
Virosque reunió durante toda su trayectoria institucional el perfil de dirigente tutor. Ejerció su peculiar tutela, consentida o voluntarista, sobre instituciones como Feria Valencia, el instituto valenciano de la mediana empresa (Impiva) o el Puerto (su delfín siempre fue Vicente Boluda); sobre políticos, como Francisco Camps, al que conoció cuando era un niño, solía recordar; y sobre empresarios de la Comunidad Valenciana, con capacidad de veto durante muchos años sobre los candidatos a presidir otras organizaciones.
Sentía como una responsabilidad personal lo que en realidad era un problema colectivo, y eso le llevó a protagonizar excesos, como su enfrentamiento público con un consejero valenciando de Industria, Justo Nieto, al que acusó de potenciar al mundo universitario frente al empresarial. No le faltaba olfato para movilizar a la opinión pública con frases punzantes para desgastar a aquellos a quienes consideró alguna vez rivales.
Virosque compatibilizaba esa cualidad con expresiones de admiración personal realmente explícitas hacia otras personas. Los que le trataban a diario conocían esa doble faceta de su personalidad, la del dirigente inflexible y lineal, y la del líder partenalista y curvilíneo.
Se consideró permanentemente empresario del transporte, un sector en el que se hizo un nombre en el negocio de las grúas. Siempre contaba que su empresa creció sin acudir a contratos públicos, sin deber nada a la Administración, cosa que solía causar controversia en el auditorio. Y le gustaba apostillar: «A diferencia de otros».
Desde la presidencia de los transportistas dio el salto al mundo cameral y no es extraño, por eso, que dedicara la mayor parte de sus esfuerzos a promover inversiones en infraestructuras de comunicación clave para la Comunidad Valenciana, como el AVE Madrid-Valencia, la salida norte del Puerto de Valencia, una obra en el aire, la terminal de carga del Aeropuerto de Manises cuya paternidad siempre se arrogó, o el Eje ferroviario Kiev-Lisboa.
Cuando abandonó el cargo en la Cámara de Valencia, los fondos propios de la institución contaban con 20 millones de euros, un colchón fundamental para hacer frente a la desaparición de las cuotas camerales. Esa cifra da la medida de su estilo severo y ortodoxo.
Recibió una institución en proceso de descomposición financiera, enfrentada a grandes empresas presentes en la Comunidad Valenciana, como Ford, por la polémica de las cuotas camerales obligatorias, y aplicó desde el principio una política de ajustes y contención del gasto con la que resistió la batalla y sentó las bases de la expansión durante los siguientes años.
Virosque fue vicepresidente de Bancaja, puesto que abandonó con un regusto crítico. En una de sus últimas entrevistas, expuso a este diario convicciones, y la moraleja tras sus aventuras: «Cuando he sido crítico con la Administración valenciana me han cascado y no me apoyaron ni los medios de comunicación».

jueves, 14 de febrero de 2013

Humillación

EPPUR SI MUOVE. Nos está quedando una Comunidad Valenciana de lo más irreconocible, después del paso del tsunami económico-político. Pero el espíritu da señales de voluntad de permanencia. Hecho que conviene afrontar de forma desapasionada. Un empresario quedó estupefacto recientemente tras reunirse con varios municipios de La Ribera (no diré nombres, ay): aparecen ya en el horizonte PAI y polígonos industriales por aprobar, una cosa la del suelo en la que sí tenemos know how. Pero la crisis nos ha enseñado que la medida del político eficiente, o evidente, como gusta al IESE, está más próxima a la del comercial que descubre ingresos que a la del podador de gastos. De modo que se requiere, ya, una estrategia sensata y colectiva.
Ahí está el suelo de La Reva, en el triángulo de oro situado entre la A-7, la A-3 y el by-pass, el sueño de cualquier alcalde, pensará el de Chiva, José Manuel Haro. El terreno de siete millones de metros cuadrados que comparten una filial de Lehman Brothers (50%) y conocidas sociedades locales, un par de ellas participadas por Banco de Valencia y Bancaja, sigue cubierto de naranjos (la cosecha es propiedad de Llanera hasta este mayo, porque suyo es el derecho de superficie). Así es casi una década después del reparto de hanegadas bajo el mandato en Territorio de Rafael Blasco.
Su sucesora en la Conselleria, Isabel Bonig, tiene sobre la mesa un proyecto de Actuación Territorial Estratégica (ATE) de 12 millones de metros cuadrados elaborado por AIC Equip, de Juan Añón, y avalado por un estudio del IVIE que certifica que el área metropolitana de Valencia es una de las pocas de Europa con ese potencial de expansión. El proyecto duerme sin que nadie sepa muy bien por qué. Y así.
De lo que no hay duda es de las intenciones de Caixabank en Banco Valencia. Si las había, ahí está la quita de las preferentes y un consejo de administración que lo dice todo. La presencia de Joaquim Gay, presidente de la patronal catalana, se considera «un escándalo» por sus colegas valencianos (los mismos que ayudaron a aupar a su antecesor, Juan Rosell, a la CEOE). Incluir como ¡único! representante local a Alberto Catalá sólo puede interpretarse como un signo de indiferencia. Nada de pactar con la Generalitat, que no ha pinta nada, és clar. Lo cual que podemos prepararnos —puede prepararse la alcaldesa Barberá— para lo que viene en Aguas de Valencia. «Será un rodillo». Lo tienen claro hasta en los servicios centrales del todavía banco valenciano. Después de las ayudas recibidas, Caixabank debió plantearse un desembarco respetuoso en Valencia. Ahora ese parece un deseo inocente. Es una humillación.

jueves, 7 de febrero de 2013

Cortafuegos

PODRÁN retirar las letras de plástico y metal que coronan la fachada del edificio, pero no la inscripción esculpida sobre el mármol de su característico chaflán curvo. Siempre estarán ahí, como rescoldos de la luminaria, las palabras: «BANCO DE VALENCIA». A modo de insignia colectiva, representación de lo mejor y lo peor de nuestra sociedad. Faltan 20 días para que llegue Caixabank y se despida el Frob. Hasta entonces, la tensión es enorme en directivos (no todos tuvieron la habilidad de blindarse a tiempo) y empresarios.
Crece la sensación de que el Estado ha servido el martirio ejemplarizante de Banco Valencia al resto de España y a Bruselas. La impotencia política de la Generalitat quedará grabada en letras de mármol. El Consell de Fabra no ha podido intervenir en la venta y tiene que ver cómo se revisa el pasado reciente de Valencia. Pero Cataluña, Galicia o Andalucía protegen a sus empresarios. Y Madrid, claro, aunque con efectos colaterales aquí: si se pasa página en Caja Madrid, también en Bancaja. Qué cortafuegos más inesperado.
No hubo alternativa a Fainé. Sin noticias de la casta de accionistas-gestores local, laminada 16 años después de que el Banco de Valencia se quedara el de Murcia y afianzara el control total de Bancaja sobre el papel, y de Domingo Parra (urdidor de la conexión murciana y liberado de la presencia insoslayable de Simó) sobre la mesa. Ahora se recuerda la truncada iniciativa empresarial para recuperar el control, en la que se planteó a la Generalitat que Bancaja no tuviera más del 10%.
El ostracismo del Consell alcanza a la renovación de Caixa Ontinyent, que presidirá Antonio Carbonell, amigo del ex presidente cuyo hijo y yerno aspiran a la vicepresidencia. Será elegido, pese a todo, para cerrar la puerta al candidato socialista (¿que no hay politización?), con el voto de los impositores que controla todavía un Ángel Villanueva agraviado tras su exclusión de la gestora de Bancaja, dispuesto a ir a los tribunales contra el pacto de las preferentes de PP y PSOE, si se trata de forma diferente a los inversores de Valencia y a los de Madrid. Sin ataduras. Sirva de consuelo que Carbonell estará tres años y después... o más Soriano (no lo descarten), o quizás haya despertado la Generalitat, que tiene una última oportunidad: dos instrumentos financieros, IVF y SGR.
Los grandes perjudicados, los miles de trabajadores que han perdido su empleo, tanto los de la banca como los de las pymes que no logran liquidez de ninguna forma. En Bankia, ¿habrá caza al valenciano en el ERE de la cúpula? «Eso se ha acabado», dicen.

lunes, 4 de febrero de 2013

Clan del pádel

ES DE SUPONER que después de un tiempo saliendo a la luz tantos comportamientos deplorables, cuando no abiertamente ilegles, vinculados directa o indirectamente al uso y disfrute particular de fondos públicos colectivos, los responsables de distribuirlos y de gestionarlos han tomado nota de que existen determinadas líneas que no se deben cruzar. Por ejemplo, es un decir: A ningún sindicato se le ocurriría mantener en activo a personas de su plantilla incluidas en un expediente de suspensión de empleo, y mucho menos encargarles su representación en mesas de diálogo social o de conciliación laboral. Porque eso significaría, como cualquiera es capaz de deducir, tener a trabajadores a sueldo del Estado, que es el que les paga la prestación por desempleo durante el periodo de inactividad.
Y a nadie le cabría en la cabeza que, si eso estuviera sucediendo, los responsables de Trabajo fueran conscientes de ello, y mucho menos que lo consintieran a modo de financiación alternativa al sindicato en cuestión, en compensación por el impago de las ayudas pendientes de formación —que no son subvenciones sino aportaciones finalistas de los trabajadores, lo sabemos—, además de otras muchas líneas de apoyo liberadas años atrás, que imaginación al poder. Estaríamos ante un éscandalo mayúsculo, además de una abierta irregularidad. Calla, calla.
Cosas así no deben de estar sucediendo porque hemos marcado las líneas rojas de lo que una sociedad está dispuesta a admitir, del nivel de confusión entre el interés privado y el público que podemos soportar. A pesar de eso, el ya ex presidente de una pequeña caja de ahorros logró colocar ayer a un estrecho colaborador al frente del consejo de administración en el que están su hijo y su yerno, tras reformar los estatutos de urgencia en junio para intentar permanecer en el puesto más de 12 años. Y el Consell no ha conseguido impedirlo. Y el Banco de España sabrá. ¡Y hasta algunos le aplauden!
Esta semana estalla la bomba de Banco de Valencia. «Habrá que ver por dónde cortan», afirma un destacado empresario, es decir, a partir de qué nivel han dejado de investigar, qué promotores se quedan a salvo de las cinco querellas. O mucho me equivoco o en adelante pondremos de moda la expresión «Clan del Pádel», hermoso y noble juego que el Banco de Valencia no cesó de regar con patrocinios durante años. Curioso efecto igualación el que se consigue en una pista de deporte.
Ups, ni un sólo nombre propio en esta columna. Bueno, aunque no los hayan visto, ustedes saben que están.