lunes, 4 de febrero de 2013

Clan del pádel

ES DE SUPONER que después de un tiempo saliendo a la luz tantos comportamientos deplorables, cuando no abiertamente ilegles, vinculados directa o indirectamente al uso y disfrute particular de fondos públicos colectivos, los responsables de distribuirlos y de gestionarlos han tomado nota de que existen determinadas líneas que no se deben cruzar. Por ejemplo, es un decir: A ningún sindicato se le ocurriría mantener en activo a personas de su plantilla incluidas en un expediente de suspensión de empleo, y mucho menos encargarles su representación en mesas de diálogo social o de conciliación laboral. Porque eso significaría, como cualquiera es capaz de deducir, tener a trabajadores a sueldo del Estado, que es el que les paga la prestación por desempleo durante el periodo de inactividad.
Y a nadie le cabría en la cabeza que, si eso estuviera sucediendo, los responsables de Trabajo fueran conscientes de ello, y mucho menos que lo consintieran a modo de financiación alternativa al sindicato en cuestión, en compensación por el impago de las ayudas pendientes de formación —que no son subvenciones sino aportaciones finalistas de los trabajadores, lo sabemos—, además de otras muchas líneas de apoyo liberadas años atrás, que imaginación al poder. Estaríamos ante un éscandalo mayúsculo, además de una abierta irregularidad. Calla, calla.
Cosas así no deben de estar sucediendo porque hemos marcado las líneas rojas de lo que una sociedad está dispuesta a admitir, del nivel de confusión entre el interés privado y el público que podemos soportar. A pesar de eso, el ya ex presidente de una pequeña caja de ahorros logró colocar ayer a un estrecho colaborador al frente del consejo de administración en el que están su hijo y su yerno, tras reformar los estatutos de urgencia en junio para intentar permanecer en el puesto más de 12 años. Y el Consell no ha conseguido impedirlo. Y el Banco de España sabrá. ¡Y hasta algunos le aplauden!
Esta semana estalla la bomba de Banco de Valencia. «Habrá que ver por dónde cortan», afirma un destacado empresario, es decir, a partir de qué nivel han dejado de investigar, qué promotores se quedan a salvo de las cinco querellas. O mucho me equivoco o en adelante pondremos de moda la expresión «Clan del Pádel», hermoso y noble juego que el Banco de Valencia no cesó de regar con patrocinios durante años. Curioso efecto igualación el que se consigue en una pista de deporte.
Ups, ni un sólo nombre propio en esta columna. Bueno, aunque no los hayan visto, ustedes saben que están.

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