jueves, 14 de febrero de 2013

Humillación

EPPUR SI MUOVE. Nos está quedando una Comunidad Valenciana de lo más irreconocible, después del paso del tsunami económico-político. Pero el espíritu da señales de voluntad de permanencia. Hecho que conviene afrontar de forma desapasionada. Un empresario quedó estupefacto recientemente tras reunirse con varios municipios de La Ribera (no diré nombres, ay): aparecen ya en el horizonte PAI y polígonos industriales por aprobar, una cosa la del suelo en la que sí tenemos know how. Pero la crisis nos ha enseñado que la medida del político eficiente, o evidente, como gusta al IESE, está más próxima a la del comercial que descubre ingresos que a la del podador de gastos. De modo que se requiere, ya, una estrategia sensata y colectiva.
Ahí está el suelo de La Reva, en el triángulo de oro situado entre la A-7, la A-3 y el by-pass, el sueño de cualquier alcalde, pensará el de Chiva, José Manuel Haro. El terreno de siete millones de metros cuadrados que comparten una filial de Lehman Brothers (50%) y conocidas sociedades locales, un par de ellas participadas por Banco de Valencia y Bancaja, sigue cubierto de naranjos (la cosecha es propiedad de Llanera hasta este mayo, porque suyo es el derecho de superficie). Así es casi una década después del reparto de hanegadas bajo el mandato en Territorio de Rafael Blasco.
Su sucesora en la Conselleria, Isabel Bonig, tiene sobre la mesa un proyecto de Actuación Territorial Estratégica (ATE) de 12 millones de metros cuadrados elaborado por AIC Equip, de Juan Añón, y avalado por un estudio del IVIE que certifica que el área metropolitana de Valencia es una de las pocas de Europa con ese potencial de expansión. El proyecto duerme sin que nadie sepa muy bien por qué. Y así.
De lo que no hay duda es de las intenciones de Caixabank en Banco Valencia. Si las había, ahí está la quita de las preferentes y un consejo de administración que lo dice todo. La presencia de Joaquim Gay, presidente de la patronal catalana, se considera «un escándalo» por sus colegas valencianos (los mismos que ayudaron a aupar a su antecesor, Juan Rosell, a la CEOE). Incluir como ¡único! representante local a Alberto Catalá sólo puede interpretarse como un signo de indiferencia. Nada de pactar con la Generalitat, que no ha pinta nada, és clar. Lo cual que podemos prepararnos —puede prepararse la alcaldesa Barberá— para lo que viene en Aguas de Valencia. «Será un rodillo». Lo tienen claro hasta en los servicios centrales del todavía banco valenciano. Después de las ayudas recibidas, Caixabank debió plantearse un desembarco respetuoso en Valencia. Ahora ese parece un deseo inocente. Es una humillación.

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