jueves, 7 de febrero de 2013

Cortafuegos

PODRÁN retirar las letras de plástico y metal que coronan la fachada del edificio, pero no la inscripción esculpida sobre el mármol de su característico chaflán curvo. Siempre estarán ahí, como rescoldos de la luminaria, las palabras: «BANCO DE VALENCIA». A modo de insignia colectiva, representación de lo mejor y lo peor de nuestra sociedad. Faltan 20 días para que llegue Caixabank y se despida el Frob. Hasta entonces, la tensión es enorme en directivos (no todos tuvieron la habilidad de blindarse a tiempo) y empresarios.
Crece la sensación de que el Estado ha servido el martirio ejemplarizante de Banco Valencia al resto de España y a Bruselas. La impotencia política de la Generalitat quedará grabada en letras de mármol. El Consell de Fabra no ha podido intervenir en la venta y tiene que ver cómo se revisa el pasado reciente de Valencia. Pero Cataluña, Galicia o Andalucía protegen a sus empresarios. Y Madrid, claro, aunque con efectos colaterales aquí: si se pasa página en Caja Madrid, también en Bancaja. Qué cortafuegos más inesperado.
No hubo alternativa a Fainé. Sin noticias de la casta de accionistas-gestores local, laminada 16 años después de que el Banco de Valencia se quedara el de Murcia y afianzara el control total de Bancaja sobre el papel, y de Domingo Parra (urdidor de la conexión murciana y liberado de la presencia insoslayable de Simó) sobre la mesa. Ahora se recuerda la truncada iniciativa empresarial para recuperar el control, en la que se planteó a la Generalitat que Bancaja no tuviera más del 10%.
El ostracismo del Consell alcanza a la renovación de Caixa Ontinyent, que presidirá Antonio Carbonell, amigo del ex presidente cuyo hijo y yerno aspiran a la vicepresidencia. Será elegido, pese a todo, para cerrar la puerta al candidato socialista (¿que no hay politización?), con el voto de los impositores que controla todavía un Ángel Villanueva agraviado tras su exclusión de la gestora de Bancaja, dispuesto a ir a los tribunales contra el pacto de las preferentes de PP y PSOE, si se trata de forma diferente a los inversores de Valencia y a los de Madrid. Sin ataduras. Sirva de consuelo que Carbonell estará tres años y después... o más Soriano (no lo descarten), o quizás haya despertado la Generalitat, que tiene una última oportunidad: dos instrumentos financieros, IVF y SGR.
Los grandes perjudicados, los miles de trabajadores que han perdido su empleo, tanto los de la banca como los de las pymes que no logran liquidez de ninguna forma. En Bankia, ¿habrá caza al valenciano en el ERE de la cúpula? «Eso se ha acabado», dicen.

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