jueves, 28 de marzo de 2013

Ojos del buzo

EL MUNDO empresarial parece el único dispuesto a poner un pie en el futuro para arrastrar desde allí a este «pálido buzo ciego, desventurado hondero, / descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!», que diría Neruda, este irreconocible sujeto socioeconómico llamado Comunidad Valenciana. La visita de diputados y senadores del PP a la patronal CEV, comandados por Gerardo Camps y Pedro Agramunt, ahí es nada, movilizó a la ejecutiva que preside Salvador Navarro. Cuando parecía condenada al ostracismo, ahogada por los impagos del Consell, la CEV ha resurgido como el referente más claro.
El presidente de la autonómica Cierval, José Vicente González, ha sustituido los titubeos iniciales por la alianza con ella, consciente de la descomposición del asociacionismo en Alicante —difícil la situación de López Mora si la propia Coepa reconoce que maquilló sus cuentas—, y cansado del inmovilismo de Castellón, que por rechazar rechaza hasta el relevo del eterno Ramón Cerdá para dar un impulso al insustancial Comité Económico y Social. En la Cámara, es previsible que Morata mantenga perfil bajo durante un tiempo. Pero el mundo empresarial no le pasará factura por el Banco de Valencia. Aún resuenan las palabras de algunos dirigentes animando a comprar acciones de Bankia al salir a Bolsa, un gesto que no gustó a muchos en sus organizaciones. No está (casi) nadie para lanzar piedras.
Hubo, en fin, esa reunión con los diputados y senadores valencianos. Se les afeó que votaran en contra de mejorar el sistema de financiación. «Era una trampa», replicó Camps. O peor: «Para beneficiarnos deben perjudicar a otras, y nadie cede». Y en ese plan. De modo que la imagen formada en el seno de la patronal sería: a) No da la impresión de que los dirigentes del Consell y los diputados del PP sean del mismo partido; b) Alguien debe poner fin al clima de tensión creciente entre los consellers Buch y Moragues; c) Definitivo: no hay articulada una defensa de lo valenciano en Madrid; y d) «Si no existiera Generalitat apenas se percibiría su ausencia». Duro de oír.
Y en medio de estos desentendidos reaparece el conflicto por la Ley de Representación Institucional, que liga los fondos de formación al empleo. «Si no les gusta a los sindicatos mayoritarios, ni a los minoritarios, debe ser buena», dijo en privado hace días el conseller de Economía. Urge que la nueva Generalitat de Fabra repase el manual de relaciones con los sindicatos, tan incómodos y necesarios en el pasado como en el futuro.

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