jueves, 24 de octubre de 2013

¿Y el mirlo blanco?

HAY PALABRAS que pugnan por un lugar preferente en el campo semántico de la salida de la crisis. Pero hay una que las supera a todas en importancia y, como sucede con todo lo que requiere esfuerzo, está aparcada, a modo de solución de emergencia por si fallan todas las demás, y mejor que no lo hagan: La inversión. En el sector privado existe una asimetría entre oferta y demanda de financiación. La banca exige más garantías; y las empresas han ampliado el perímetro de activos que no están dispuestos a jugarse en una operación, que cuando pones patrimonio personal no duermes por la noche. Con tipos de interés todavía por encima del 7%, sólo se estudian operaciones con tasas de retorno de entre el 15% y el 20%. Y ya me dirás dónde se esconde el mirlo blanco. Hay que bajar mucho los precios para que la cosa cuadre. El resultado es un estancamiento inversor, con apenas algunas escaramuzas, que no conviene a nadie. Si esperas al capital exterior, ya sabes a qué atenerte. Y en ese círculo estamos.
No tienen las ideas más claras en el lado de la Administración. «Si vienen fondos de inversión en infraestructuras extranjeros estaré encantada de recibirlos», dice en privado la consellera Isabel Bonig. Pero son tiempos de salir a la búsqueda de dinero, con proyectos atractivos para un mundo global saturado de propuestas de obra pública. En todo caso sería un honor, hasta ahí hemos llegado, que se abriera la puerta de algún despacho en la City de Londres a un político valenciano. Caray, ojalá. Toca encontrar soluciones, resolver problemas sin recursos. Como el Acceso Norte al Puerto de Valencia, que ha perdido la condición de prioritario. «Los empresarios quieren hacer la obra, pero no pagar peajes, sino que se financie vía Presupuestos y eso no puede ser». Se atasca la inversión pública por un colapso de creatividad después de tres años sin licitar.
Entretanto, persisten las dudas sobre la adjudicación de contratos públicos. Las cosas son así. La ciudad de Alicante da tímidos pasos de apertura a compañías valencianas, inaudito, sin desatender su idilio con Enrique Ortiz, claro. Pero el presidente de la Diputación, Alfonso Rus, tiene mucha mejor reputación como dirigente del PP que como gestor de concursos. Y  se mira con atención la licitación del servicio de grúa de Rita Barberá. Por no olvidar la búsqueda del comprador del Valencia CF: a los mediadores se les ofrecía un bonus por cerrar con éxito la operación, y algunos le han dicho a quien corresponde que su política es tarifa fija por los servicios y una comisión, y lo otro suena poco serio. Así no hay quien invierta.

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