EL RIDÍCULO OLÍMPICO de Buenos Aires tiene el desolador
efecto de recordarnos que el problema del bajo nivel medio de la clase política
está generalizado en todo el país. La alcaldesa de una ciudad cosmopolita y
avanzada como Madrid va y te pronuncia un discurso propio de un púber
preuniversitario (perdón, chavales). Si no lo ha escrito ella, da más pavor:
que la esposa de un ex presidente del Gobierno consienta que le pasen, y hasta
lea en público, tal bazofia, es la medida de la distancia que separa a un
sector privado cada vez más abierto a los desafíos globales, de una esfera
política alérgica a la meritocracia. Madrid se lo tiene que hacer mirar, pero
de verdad. El presidente de los empresarios valencianos, José Vicente González,
será la voz de la CEOE en una cumbre sobre el euro en Berlín... porque es el
único de los cuatro vicepresidentes de la patronal que domina el inglés.
Esta es la moraleja que sacan los empresarios, presten
atención: "No quieren enterarse de que, en el exterior, los españoles
somos unos apestados". Vas a la oficina de un banco extranjero y te
invitan a abandonarla. Un empresario valenciano se marchó de una reunión con un
gobernador latinoamericano cuando éste le espetó eso de "ustedes vienen
ahora porque están desesperados". Pero la clase política a lo suyo. A
algunos se les salen los ojos de las órbitas con la elite empresarial en Buenos
Aires. Dos constructoras, ACS y OHL, y el ubicuo Cerezo. No aprendemos.
Y en las zonas de sombra, en las que confunde lo
institucional con lo empresarial, qué difícil es navegar. El presidente del
Puerto de Valencia, Rafael Aznar, lo ha hecho durante años, y ahora se
encuentra con una denuncia. Acusaciones que han sobresaltado a los miembros del
consejo de administración del Puerto. Entre ellos la alcaldesa Rita Barberá y
dirigentes como Vicente Boluda y Alberto Catalá. Todos ellos estudiaron la
mayor parte de las operaciones que investiga ahora el juzgado, y le dieron el
visto bueno de forma directa o delegada. Todos.
En el mundo empresarial se ha pactado ya dar todo el apoyo
a Aznar. Y Alberto Fabra se suma a la iniciativa. Pocos responsables se merecen
que se ponga la mano en el fuego por ellos como él. Su principal mérito ha sido
equilibrar múltiples e impetuosos vectores convergentes: Estado, Generalitat, Ayuntamiento
y añadan navieras, terminales, estiba, transportistas... y hasta equipo
directivo. El Puerto de Valencia sí se ha batido con éxito en las grandes ligas
globales, con un discurso potente, en inglés profesional, en las antípodas del
ridículo olímpico. Un respeto.
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