jueves, 20 de junio de 2013

Lo que significa perder Galmed y patronales sin presidente

MUY, MUY DIFÍCIL... pero no imposible. El ‘affaire’ Galmed es algo más que un desafío empresarial. Si Thyssenkrupp, a cuyos directivos ha tachado el poderoso sindicato alemán IG Metall de «ineptos» -y eso, que se lo digan dos teutones entre sí, es para beberse la cerveza de un sorbo-, decide vender la planta de Puerto de Sagunto a un tercero, estaremos ante el mayor éxito político-económico de Alberto Fabra y Máximo Buch desde que accedieron a sus respectivos cargos y, bien, del alcalde Alfredo Castelló. Si es que no, tendremos un problema, una enorme decepción. Proyectaremos la imagen de una Comunidad incapaz de salvar a una empresa sobradamente rentable, el mundo nos verá como una región poco competitiva para el metal, irrelevante como proveedora, sin poder para exigir al Ministero de Soria que se movilice, impotente para sacar partido a su puerto transoceánico, que no sólo no coloca suelo industrial gratis, sino que incluso pierde a sus actuales ocupantes. Una región de saldo. Basta con sondear a los despachos, muy activos ahora en la liquidación de empresas, solares incluidos, a inversores con efectivo en el bolsillo, que exigen descuentos superiores al 70%... y se los dan. El problema se extenderá. Dicen que el hombre clave en todo este asunto es el gerente de Galmed, Wolfgang Born. El desenlace preocupa, y mucho, a los Ros Casares, que comparten planta con Thyssen y se abastecen de materia prima, en un 50%, de la factoría condenada al cierre. La cuestión es por qué Francisco Juan Ros, presidente de la APD, hastiado de la Administración desde el fiasco de Izar Manises y ‘expulsado’ de Parc Sagunt, no hace piña con la Generalitat y el Puerto en este asunto tan complejo.
Se preguntaba el otro día un alto dirigente empresarial, en un ‘esmorzaret’ en el Mercado de Colón, a qué se dedican algunas patronales, y la cuestión, además de indicativa de los tiempos que vivimos, resulta completamente oportuna. Una parte asociacionismo empresarial parece vivir una crisis idéntica a la de los media. Ofrecen servicios a unos usuarios que ya no los demandan, porque han aprendido a buscarse la vida de forma gratuita en la era digital. Su espacio era el técnico y formativo, pero éste requiere un alto coste de estructura, sólo sostenible con ayuda pública. Queda la función lobbista, un cuello de botella demasiado concurrido. Y nos encontramos con acontecimientos como el de que no haya nadie dispuesto a ocupar la presidencia de una federación sectorial, como ha ocurrido con la construcción de Castellón. Ay, la construcción, temida, deseada y, ahora, descabezada.

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