jueves, 18 de abril de 2013

Cara a cara

POCO A POCO, el mensaje de José Ignacio Goirigolzarri, cala en Valencia como el txirimiri de su Bilbao natal. En el almuerzo que mantuvo la semana pasada con una decena de empresarios y patrimonios locales —entre ellos una cara mediática, la del constructor Juan Eloy Durá— el jefe de Bankia escuchó intervenciones duras. Del tipo: «yo trabajaba al 100% con Bancaja; ahora con Bankia tengo el 0%». Recibió críticas por el desplome de la acción o la falta de contundencia con los antiguos gestores. Y «díganos la verdad, ¿por qué dejó la comodidad del retiro para volver al negocio?»
Goirigolzarri no eludió ninguna cuestión espinosa. También a él le extraña ver las acciones de Bankia a 20 céntimos; «trabajaré para recuperar negocio y suponer el 33% de su financiación», respondió a su interlocutor; dijo que la gestión de Bancaja puede tener consecuencias civiles, más que penales. Bankia quiere repartir su cartera crediticia un 85% a pymes y un 15% a familias. Ahora mismo están al 50%. La crisis... En Valencia hay quien le ve de presidente en una implanteable ahora absorción de Bankia por BBVA, y hay quien llama a crear un paquete accionarial valenciano al estar tirada de precio. Sin una actitud como la de Goirigolzarri este debate ni se plantearía.
Su apuesta podría contagiarse a CaixaBank, cuya relación con los empresarios se enfrió en los últimos años. No ayuda su forma de despedir: adiós a empleados de 49 años de Banco Valencia, por email y no vuelva usted mañana. Algunos interpretan el abandono del consejo de Aguas de Valencia como un síntoma de esa disposición a no tensar más la cuerda con la sociedad local y tender puentes.
Pero hay una lectura diferente. CaixaBank sabe ya con exactitud la situación real de Eugenio Calabuig, sus vencimientos de deuda con el banco y con el resto de entidades, gracias al informe del CIRBE (Central de Información de Riesgos del Banco de España). Sabe qué inmobiliarias de su órbita han presentado concurso y cuáles tendrán dificultades para esquivarlo, como alguna Casa Amiga. Sabe de qué dinero dispone para comprar a CaixaBank y que, para financiarse, confía en pignorar acciones de Aguas de Valencia. Sabe que el banco que dé crédito a Calabuig debe encajarlo en ese endeudamiento y asumir que tendrá enfrente a CaixaBank y a Suez Environement, es decir, al Estado francés. En suma, hay quien ve la cosa como un pulso que ganará quien más resista.
Calabuig transmite seguridad y sigue firme con su estrategia. Quizás pacten.

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