lunes, 10 de diciembre de 2012

Purga y lección

NO PODREMOS considerarnos una sociedad civilizada hasta que no purguemos la corrupción. Fuente de ineficiencia económica y desprecio a la productividad, además de expresión máxima de la bajeza moral. Las ruinas que cubren de polvo nuestra economía, bajo las cuales hay centenares de miles de ciudadanos sin empleo, son el eco podrido de las risas y el hedonismo perifrástico de unos pocos, en otros tiempos. Se les consintió, se les ayudó, se compartió pastel, se les aplaudió. Y atención empresarios a lo que viene, que esto sólo acaba de empezar. Excuse-moi.
Algunos sitúan la dimisión del conseller Vela, como la frontera más allá de la cual la lucha contra lo políticamente inaceptable se convierte en inaceptable en sí misma («¡si va salir absuelto en un 90%!»). Hay sensación de descontrol, se habla de jueces incapaces de resistir la presión mediática, fiscales con tendencia al exceso para no ser acusados de tibieza, imputaciones desmedidas («hasta por pedir trabajo para un familiar») y se pide al conseller de Justicia, Jorge Cabré, que ponga orden («¿no tiene contacto con la Fiscalía?»). La limpieza, se lamenta, ha distorsionado la relación entre poder político y económico, provoca parálisis.
Pero mientras 11 imputados sigan siendo diputados, para asombro de toda la sociedad, hay que aplicar la misma vara de medir que con los impagos: «¿Con qué credibilidad vamos a presentar políticas económicas si no hemos pagado?», decía alguien próximo al Consell. ¿Con qué autoridad moral se puede marcar límites a la lucha contra la corrupción si no se asumen responsabilidades? Vivimos, es cierto, en un equilibrio complicadísimo. Pero esta sensación de desconcierto forma parte del aprendizaje. Hay que aprender a ser sociedad civilizada para serlo de verdad.
Si no damos ese salto, lo mejor que nos puede pasar es que nos fagociten. Aún tenemos cosas que se valoran mucho fuera. El Sabadell ha vendido TUI y Terra Mítica, y tiene en el mercado Transmediterréa, Meliá, Natra, García Carrión y Hansa. Pero no toca Ribera Salud. Es significativo que sea una participada estratégica para Josep Oliu. Y el mismo trato podría recibir Aguas de Valencia de Caixabank.
Nos queda el entretenimiento de Caixa Ontinyent, con un empresario textil listo para ser presidente, Javier Aparicio, y un histórico, Rafael Soriano, que se resiste a dejarlo. Ambos tienen, ay, asuntos pendientes con la caja. Pugnas del interior que han llegado a Valencia, donde la patronal llegó a plantear una solución salomómica: presidencia honorífica y medio mandato más para Soriano. Y después Aparicio. Probablemente no haga falta. A Soriano sólo le queda una puerta, demasiado estrecha, casi ninguna.

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