miércoles, 26 de septiembre de 2012

Ingreso colectivo

UN EX DIRIGENTE empresarial se sinceraba en privado: «Sólo cuando uno asciende a un cargo de responsabilidad se da cuenta de lo mucho que no puede decir en público por el bien de la organización». Y así llevamos tres décadas. Sólo que, sin dinero líquido que gastar, se devalúa la tinta del boletín oficial y se revaloriza la figura del político pactista. Porque la gran tarea por delante es colectiva. Consiste en generar ingresos. En Hábitat, Fabra vio de primera mano los resultados de las empresas que se plantearon esa cuestión a tiempo y están internacionalizadas. Ahora le toca a él.
Hay quienes se aferran, no obstante, a la soledad egregia y parecen resistirse a los nuevos tiempos, a un mundo que exige capacidad de asociación. Ahí está Rita Barberá, asida todavía a la victoria antigua del rodillo. El PP municipal (la Generalitat lo rechaza) insiste en su ampliación del Palacio de Congresos de 24 millones contra el criterio, si no explícito, sí confeso, de casi toda la oposición (a Calabuig, del PSPV, no le entienden ni en su partido) y de las organizaciones empresariales. Cuatro datos del consorcio en 2011: beneficio contable, 20.000 euros; 105.000 euros en tesorería; 2,21 millones de ingresos de su actividad típica; y 2,4 millones de fondos propios. Natural que lleve meses negociando con la banca.
Será interesante ver, en la otra orilla, cómo recompone el Consell el diálogo social con unas patronales en busca de identidad, y unos sindicatos en desbandada. Otro ERE de más de 30 trabajadores de UGT en agosto pasado, y los despidos se acercan cada vez más al centenar en año y medio. Todo ello ha acerado el tradicional escepticismo de su secretario general, Conrado Hernández.
Y tenemos por delante el gran asunto de los centros de formación, algo más que academias de oficios potenciadas en los días de las vacas gordas, convertidas ahora en un problema inmobiliario de primer nivel. Es conocido el via crucis de los empresarios del metal en Alicante, pero la anécdota sucede en Valencia, en UGT. Resulta que, en los tiempos de Rafael Recuenco, la federación díscola, la FSP, se negó a compartir el amplio centro de formación de Almàssera. Y como había dinero y la difunta Bancaja estaba dispuesta a lo que hiciera falta, se montó uno alternativo en la avenida del Puerto. Dicen en la actual Bankia, que el edificio lo puede perder, aunque Luis Lozano es categórico: sólo gestiona ayudas de formación estatales y está al corriente de los pagos. ¿Cuál caerá antes?

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