jueves, 13 de septiembre de 2012

Dumping casero

ESTÁ CLARO que la crisis ha examinado la capacidad real de nuestros gestores públicos, y que no en todos los casos se ha demostrado que la fama de los días de vino y tracas rebrota incólume cuando lo único que queda es un erial. Esta atonía que vuelve locos a los abogados. «Nosotros ganamos si pasan cosas, tanto si le va mal al resto, como si le va bien, pero lo que no soportamos es esta agónica atonía», dicen en privado.
La alcaldesa Rita Barberá es una de las que peor lleva la reválida, para qué vamos a negarlo. No se trata simplemente de que fuera incapaz de ocultar su indignación, hasta hacerla evidente ante todos los que la rodeaban, ya fueran del ambito social, cultural o económico, durante las protestas ciudadanas de las últimas cremàs. «Tranquila, alcaldesa, no te sofoques, son cuatro gatos», le tuvo que decir alguno. Ni de que se olvide ya de disimular esa tendencia suya a dar la espalda en público a Fabra.
El infalible olfato político que la caracterizó durante décadas comienza a fallarle. Cómo si no explicar que desconozca, ni siquiera intuya, que destacados miembros del Consell y dirigentes empresariales ven descabellado ampliar en estos momentos el Palacio de Congresos, una inversión de 24 millones con aval de la segunda ciudad española con mayor deuda por habitante.
La cuerda ya estaba tensa el día que la propia Feria Valencia pidió en privado a la alcaldesa que, bueno, si puede ser, se la incluyera institución en los folletos de promoción municipales. ¿Por qué no estaba? Cosas de la vida. Quizás resulta que faltaba una gestión más independiente del Valencia Convention Bureau.
Al comité ejecutivo ferial le consume la idea de que pese a que su recinto aspira al 2% del negocio de congresos, el de más de 2.000 asistentes, el Palacio de José Salinas, que copa el 98% restante, quiere ampliarse para arañárselo. Y, sobre todo, escama a los empresarios que la cosa ésta de sacar partido a todo lo que se construyó sin saber cómo se iba a rentabilizar haya desembocado en una especie de dumping arquitectónico, con una Ciudad de las Artes, un Ágora y hasta un Puerto regalando espacios (robando clientes a la Feria, incluso) para la celebración de eventos.
Sí, alcaldesa, los empresarios saben y hablan, y el Consell les empieza a dar la razón. No todo es quejarse por el retraso en el cobro de subvenciones, un mantra éste, por otra parte, que empieza a cansar a la sociedad civil.

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