martes, 10 de julio de 2012

Prueba de fuego

SI UN PRESIDENTE tiene que convocar a 23 pymes, apretados sus representantes en alargada mesa, para enterarse de qué necesita la economía y cómo reactivarla, en el quinto año de la crisis, el paso natural siguiente debería ser destituir a sus directores generales y secretarios autonómicos. Porque o no se enteran, o si se enteran no se lo han contado, errores ambos que el ideario de Juan Roig no perdona a los sabios. Ay, el invento de Capavant, tan propio de los tics insustanciales del pasado, no fue una reunión secreta en el Palau. Los que fueron hablan. Y no son presidentes de patronales con el peso de la ruina sobre sus espaldas, sino pymes en buena forma, sorprendidas por el choque de realidad que supone ver que al otro lado del muro institucional no hay soluciones, ni claridad de ideas aún. O sea.
Cuando nadie quiere invertir, como sucede ahora, no queda más remedio que acertar en los desafíos. Como el de diseñar el futuro de la dársena del Puerto de Valencia, asunto que puede marcar el ser o no ser de la ciudad. O el demoledor incendio de Valencia, que pondrá a prueba la imaginación y la capacidad de gestión de nuestros gobernantes. Feo y equivocado es que Rajoy no planificara una escala en su viaje a Kiev. Más allá está la tarea de reconstrucción. En los viejos tiempos, Camps nos inquietaría con un súbito Plan Reverdece, inspirado powerpoint, plas, plas, en multitudinaria convocatoria. Ahora, no debe ser así. En el sector privado, algunos intentarán convencer a Fabra en los próximos días de que hay «solución empresarial» a esta catástrofe. ¿La titánica tarea de sustituir cenizas por vida convertida en un sector económico? Atractivo consuelo.
Son días en los que el presidente de Adif, Enrique Verdeguer, se mirará al espejo y resoplará de alivio al recordar que se le ofreció la vicepresidencia valenciana de BFA antes que a Francisco Pons, siendo todavía conseller, pero lúcido. La investigación del Frob está desnudando a un sector financiero habituado a enhebrar intereses públicos, privados y mixtos sin distinguir el origen. Gracias al rastro que va dejando el Frob, por ejemplo, sabemos que Bancaja y Banco de Valencia crearon tres sociedades, una por provincia, para almacenar los activos inmobiliarios que recibían vía dación en pago. Cuál fue el criterio para buscar sus socios privados, no se sabe. Lo que sí se conoce son los elegidos: en Alicante, Enrique Ortiz; en Castellón, Eugenio Calabuig; y en Valencia es Nau.

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